Repensando el empoderamiento de la mujer

En este blog continuaremos hablando sobre el empoderamiento de la mujer, pero en esta ocasión desde nuestra visión en Un Día Por Todas. En el blog anterior abordamos el concepto del empoderamiento de las mujeres desde su entendimiento global, para comprender su origen y los diversos esfuerzos que se realizan para promover el desarrollo de la mujer. Una de las conclusiones del blog anterior fue que de manera general, partiendo de los esfuerzos internacionales para promover la causa de las mujeres, se trabaja intensamente en lograr la igualdad de género, es decir, en lograr que las mujeres tengan iguales oportunidades que los hombres en los distintos ámbitos sociales, culturales y económicos.

Asimismo, observamos que la Agenda 2030 de la Naciones Unidas (ONU) se centra sobre todo en el poder económico y político de la mujer. En Un Día Por Todas creemos que el empoderamiento debe ir más allá de las aspiraciones económicas y políticas e involucrar todos los aspectos que abarca la integridad de la mujer. En otras palabras, reconocemos las propuestas en el tema del empoderamiento que se han desarrollado a lo largo de varios años, sin embargo, desde nuestra perspectiva, faltan elementos importantes a considerar.

En este blog te compartimos lo que en Un Día Por Todas pensamos que es esencial para lograr  el impulso y desarrollo pleno de las mujeres. Esperamos que con las siguientes reflexiones y los esfuerzos que realizamos, podamos aportar significativamente en la cultura y trabajos internacionales para lograr que cada vez haya más mujeres plenas y felices.

Filosofía personalista para comprender la dignidad y esencia de la mujer

La filosofía personalista es una corriente de pensamiento que coloca en el centro de su reflexión y análisis a la persona humana, considerando siempre su dignidad y características singulares. Creemos que esta es una base sólida para reflexionar sobre la mujer, su esencia y dignidad. Cuando se coloca en el centro de cualquier circunstancia la dignidad de la persona, entonces con mayor claridad se pueden tomar decisiones que custodien el bien de la persona y se procure su desarrollo y plenitud. 

De esta manera, cuando pensamos en la mujer y los retos que enfrenta desde una perspectiva basada en la filosofía personalista, entonces habrá propuestas que resuelvan y en todo momento enaltezcan a las mujeres en todas sus dimensiones.

Hemos observado que hay dos grandes opciones para abordar el tema de la dignidad de la mujer, según las cuales se realizan propuestas o acciones. La primera está basada en una aproximación de dialéctica de confrontación y la segunda en una aproximación personalista. Ambas reciben y acogen los problemas reales que sufren las mujeres, la inclusión en el ámbito laboral, su reconocimiento en el campo de la familia, el aprecio de la maternidad, etc. A continuación vamos a desarrollar estas dos visiones.

La corriente tradicional del feminismo y muchas de las corrientes del feminismo que abordan las causas de la mujer lo hacen  desde una visión confrontativa, que postula que las relaciones entre hombres y mujeres son estructuralmente (esencialmente) de confrontación y de conflicto. Esto quiere decir que son relaciones de poder y apuestan a que la forma de solucionar los retos de la mujer sea a través de la supremacía. Para lograrlo es necesario romper con la supremacía del poder masculino: por este motivo, se somete al varón a una supremacía del poder femenino y muchas veces el concepto para lograrlo es a través del  “empoderamiento de la mujer”.

Por otra parte, en la corriente personalista, se parte de una realidad que es observable y que hay que reconocer: que existen dos formas de expresar la humanidad sexualmente, la femenina y la masculina. En este sentido, ambas expresiones existen con igual dignidad y muestran su complementariedad.

Por tanto, el personalismo [1] busca superar esas distorsiones entre las relaciones de hombre y mujer que plantea el feminismo, así como las causas que denuncia y que son reales —como la violencia contra la mujer, la inequidad en las oportunidades de participación, entre otras—, para reenfocarlas desde la complementariedad y la dignidad del hombre y la mujer dentro de una comunidad. La visión personalista del ser humano además mantiene unidas las dimensiones psicológica, social y trascendente del ser humano, que no las reduce ni las separa, sino que las toma todas en consideración.

Algunas ideas del feminismo basado en esta dialéctica de confrontación plantean que la mujer es un constructo social, es decir, que toda la feminidad es un conjunto de interpretaciones sociales y culturales sobre la mujer. Esta es una propuesta imposible de sostener porque en la realidad, el ser humano es integral desde que nace, es decir, nace con un cuerpo sexuado (dimensión biológica),  con una psique y un espíritu (dimensiones psicológica y trascendente). Esas tres dimensiones no pueden separarse, otra cosa es que la cultura nos haya querido imponer la idea de que un hombre o una mujer “no nacen, se hacen«, lo cual no corresponde con la integridad de la persona.

Como podemos observar, para hablar del empoderamiento de la mujer, debemos partir de su esencia, que es precisamente tomar en cuenta todo aquello que la conforma tanto en lo físico-biológico como en lo intelectual, social y lo espiritual (trascendental). Esto quiere decir que al hablar del empoderamiento de la mujer, no se debe hablar solo de apoyarla en los aspectos relacionados a lo político o económico, sino impulsarla en todos los aspectos que involucran su ser.

Hablemos de “empoderar”

Recordemos que el término empoderar viene del verbo inglés “empower”, que en contextos de sociología política significa: “conceder poder [a un colectivo desfavorecido socioeconómicamente] para que, mediante su autogestión, mejore sus condiciones de vida” [2]. Asimismo, poder significa “vencer o dominar a alguien” [3]. 

Ahora bien, ¿”vencer” o “dominar” es lo que hará plena y realizada a la mujer? ¿Se trata de una lucha de poder contra el hombre? El poder como concepto puede no ser aquello que más necesitamos las mujeres para alcanzar nuestro potencial y plenitud. Es interesante que como sociedad hemos tomado el concepto de “empoderamiento”, asumiendo que en el fondo la mujer necesita “poder” para ser feliz. La cuestión no está en “tener” poder o quitárselo a quien lo tiene, la cuestión está en centrarnos en la mujer, en su esencia, su dignidad y necesidades para brindarle todos los espacios y herramientas necesarios para su desarrollo pleno e íntegro.

La mujer es diferente al hombre

Como comentamos en el blog anterior, en Un Día Por Todas consideramos que la idea de empoderar a la mujer, no significa que esté en competencia con el hombre o que sea igual a él, sino que la mujer siendo plenamente mujer, en complementariedad con el hombre, pueda lograr su desarrollo y plenitud. Esta idea es parte de lo que en Un Día Por Todas conceptualizamos como empoderamiento de la mujer. Asimismo, proponemos trabajar mano a mano con el hombre para la construcción de una mejor sociedad donde se valoren las capacidades de la mujer y se valoren también las del hombre. Recordemos que hombres y mujeres tenemos distintas habilidades y características que nos complementan. Por ejemplo, es más común que el varón tenga más fuerza física que la mujer, por lo tanto ellos pueden realizar algunas actividades en las que la exigencia en ese sentido sea más intensa. Asimismo, la mujer puede llegar a ser más empática con las personas, eso puede ayudar a mediar situaciones tensas en el trabajo o la familia, en donde nos involucramos hombres y mujeres. 

¿Igualdad de género o equidad de género?

En Un Día Por Todas, como ya lo hemos reiterado en anteriores ocasiones, comulgamos más con el concepto de “equidad de género” que con el de igualdad de género entre hombres y mujeres, ya que somos diferentes esencialmente aunque compartimos la misma dignidad y derechos humanos. 

Recordemos que igualdad significa que “tratamos a todos por igual: cada persona o grupo de personas recibe los mismos recursos y oportunidades” [4]. Por su parte, equidad significa que “proporcionamos recursos y oportunidades que se ajustan a las necesidades o circunstancias específicas de esa persona o grupo y, de ese modo, podemos alcanzar un resultado igualitario” [5]. 

Por lo tanto, hombres y mujeres debemos tener igualdad de derechos en tanto que somos personas, sin embargo, la equidad viene siendo la herramienta para que hombres y mujeres logren gozar de los mismos derechos de acuerdo con sus circunstancias particulares. Por ejemplo, una mujer y un hombre tienen derecho al trabajo, sin embargo, la ley debe procurar que la mujer continúe gozando de ese derecho sobre cualquier circunstancia propia de su feminidad, como lo es la maternidad. En otras palabras, la ley debe brindar los recursos necesarios para que la mujer conserve su trabajo y progrese en él, sin que tenga que sacrificar su maternidad y los cuidados y necesidades de sus hijos si es que los tiene.

Empoderamiento o fortalecimiento de la mujer

En conclusión, pensamos que más que empoderamiento de la mujer, deberíamos hablar del fortalecimiento de la mujer para que logre su desarrollo pleno abarcando todos los aspectos de su ser mujer, como son el físico, intelectual, psicológico, emocional, político, social y espiritual. Si solo reducimos ese empoderamiento o fortalecimiento de la mujer a los aspectos político y económico, entonces estaríamos dejando fuera situaciones propias de su feminidad que al ser ignoradas, corren el riesgo de ser sacrificadas sin lograr el desarrollo pleno de una mujer.

Fuentes:

[1]  Hay varios autores que hablan de esta corriente filosófica, como Jacques Maritain, Karol Wojtyła​, Juan Manuel Burgos.

[2] https://www.rae.es/dpd/empoderar 

[3] https://www.rae.es/dpd/poder 

[4] https://www.eleconomista.com.mx/capitalhumano/Dia-Internacional-de-la-Mujer-Cual-es-la-diferencia-entre-equidad-e-igualdad-20230307-0028.html 

[5] Ibíd.

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