Cultura de la belleza y trastornos alimenticios

En la actualidad, hemos observado que los estándares de belleza, en especial los relacionados con las mujeres, son muy exigentes y muchas veces irreales. El crecimiento y alcance de los medios de comunicación y las redes sociales ha provocado que muchas promociones e imágenes de todo tipo lleguen a millones de personas en el mundo. Entre estas imágenes se muestran cuerpos “perfectos” de mujeres a través de modelos que lucen distintas marcas de ropa para promocionarla, o bien, se muestran imágenes atractivas de mujeres como medio de consumo directo. Esto ha provocado que las mujeres, en su mayoría jóvenes, busquen alcanzar los estándares de belleza mostrados para lograr lo que ellas piensan es aceptación y éxito ante la sociedad. Sin embargo, para llevarlo a cabo, las mujeres se someten a regímenes alimenticios severos que combinados con estrés y problemas de autoestima, pueden provocar serios trastornos alimenticios, como la anorexia y la bulimia.

Vivimos en una sociedad en la cual la apariencia es fundamental y los estándares de belleza se encuentran muy bien marcados, lo cual provoca que muchas mujeres no puedan evitar sentirse presionadas por cumplir estos estándares. Sin embargo, es importante considerar cómo ha evolucionado el concepto de belleza en la historia, ya que lo que antes se consideraba bello, hoy se ve desde otra perspectiva. 

Así pues, en la antigüedad la mujer y su redondez femenina era sinónimo de fecundidad, y la delgadez era significado de esterilidad y pobreza. Fue en el siglo XIX cuando en la sociedad occidental la delgadez se convirtió en una característica aspiracional por parte de las mujeres, y comenzó a utilizarse “la cintura de avispa”, pero no se veía como una exigencia que los cuerpos fueran extremadamente delgados. 

Lo anterior cambió en el siglo XX en donde a través de los medios de comunicación, se fue imponiendo a las mujeres un cuerpo más delgado. Finalmente en el siglo XXI, el cuerpo se ha terminado de consolidar como sinónimo de éxito en este mundo industrializado, donde absolutamente todo se mueve al son de la economía. El cuerpo y la delgadez se han establecido como sinónimo de belleza y esto a su vez se ha convertido en símbolo de éxito y productividad. El culto a la belleza está netamente relacionado con el mundo de la moda y del consumismo, ya que las mujeres comprarán lo necesario para poder acercarse cada vez más a los patrones de perfección y belleza. Este culto a la belleza afecta definitivamente la cultura de la alimentación, lo cual nos lleva a comprender el surgimiento de los trastornos alimenticios [1].

Actualmente, Ana Rosa García Berdeja, especialista del Hospital Psiquiátrico Infantil “Juan N. Navarro” de la Secretaría de Salud, estima que en México 25% de los adolescentes padece en diferentes grados un trastorno de la alimentación. Asimismo, comentó que en un mes identificaron que 15 de 25 personas atendidas de entre 13 y 17 años estaban en riesgo de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria. García Berdeja informó que la mayoría de las personas con estos trastornos busca apoyo médico hasta diez años después de presentar los primeros cambios en su alimentación, y esto ocasiona que las personas lleguen a los servicios médicos con graves daños, tanto en su salud física como mental. 

Señaló también que los trastornos de alimentación más comunes son bulimia, anorexia y los atracones. Expresó que por cada hombre puede haber hasta diez mujeres que padecen algún trastorno alimenticio. Por otra parte, las personas con riesgo o que padecen trastornos alimenticios muestran preocupación excesiva por la delgadez, evitan el consumo de alimentos ricos en grasas y azúcares, practican ayunos prolongados, usan laxantes, cubren en exceso su cuerpo o comparan su complexión corporal con la de otras personas [2].

Dentro de los trastornos de la conducta alimentaria, como se mencionaba anteriormente, se encuentra la anorexia nerviosa, la cual es clasificada como una enfermedad psiquiátrica relacionada con el deseo constante de bajar de peso, un temor exagerado a engordar, acompañado de una extrema pérdida de apetito. Las personas que padecen de anorexia nerviosa sufren de distorsión de la imagen corporal, desean mantener tallas y peso siempre por debajo de lo normal. En el caso de las mujeres, la ausencia de la menstruación, o también denominada amenorrea, significa un factor importante relacionado con la manifestación de anorexia. 

Entre los tipos de anorexia se encuentra la restrictiva, relacionada únicamente con omitir el ingerir alimentos y, por otro lado, está la anorexia purgativa, relacionada de igual manera con no ingerir alimentos (o ingerirlos en mínima cantidad) pero también de una conducta de provocarse el vómito, es decir, el bajo consumo calórico es también eliminado por el vómito. Esta clase de anorexia también puede caracterizarse por el consumo de laxantes, purgantes, realizarse enemas, y tomar diuréticos en exceso con el fin de adelgazar [3].

Existen diversos factores que desencadenan los trastornos alimenticios, uno de ellos es una personalidad con tendencia perfeccionista en la cual la exigencia personal juega un papel muy importante y que se relaciona con una autoestima baja. Esta última es la que hace que una persona se vuelva más vulnerable a padecer trastornos alimenticios, ya que si una persona enfoca más su valor hacia las relaciones personales y la aceptación de los demás que el valor que tiene en sí misma, ocasionará que ponga en riesgo su salud para cubrir los estándares de belleza exigidos por la sociedad para ser aceptada [4]. 

El rol de la familia en la manifestación de trastornos alimenticios es fundamental, debido a que muchas veces la causa de estos trastornos es la disfunción familiar que vive la paciente. El problema de los trastornos de alimentación ha estado presente en nuestra sociedad desde hace mucho tiempo atrás. Si bien no se puede determinar precisamente su origen, se puede decir que siempre ha estado ligado a la estética corporal, al perfeccionismo y a la obsesión por cumplir con un estándar de belleza planteado socialmente [5].

De acuerdo con Jaqueline Cortés Morelos, académica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), los estereotipos y patrones de belleza tienden a influir de forma negativa y alimentan los trastornos alimenticios. Menciona que estos trastornos vienen acompañados de la dismorfia corporal, la cual provoca en la persona una percepción equivocada de sí misma, y que solo esté pensando en los defectos que ella percibe en su apariencia. Cortés señala además que muchas veces los adolescentes se tratan de identificar con modelos, influencers y artistas que ellos admiran. 

La académica explica que para tener una apariencia saludable: “La clave no es dejar de comer, sino saber qué comer, en qué raciones dependiendo del grupo alimenticio, si se trata de carbohidratos, leguminosas, proteínas, verduras o frutas. Qué ración me corresponde por mi talla, complexión y estatura para estar bien alimentada sin caer en un trastorno u obesidad” [6].

Asimismo, la Clínica Mayo hace algunas recomendaciones que se utilizan en el tratamiento de personas que padecen algún trastorno alimenticio y que, en general, nos parece que son consejos que pueden ayudar a la prevención a cualquier persona. Entre los objetivos de la educación nutricional menciona los siguientes [7]:

  • Tomar las acciones necesarias para alcanzar un peso saludable.
  • Comprender cómo la alimentación afecta al cuerpo, incluso hay que estar conscientes de que los trastornos de la alimentación provocan problemas nutricionales y físicos.
  • Planificar las comidas.
  • Procurar tener patrones de alimentación regulares; en general pueden ser tres comidas al día más refrigerios frecuentes.
  • Tomar medidas para evitar dietas y atracones.
  • Atender los problemas de salud que causen desnutrición u obesidad.

Como conclusión recordemos que los trastornos de conducta alimenticia son originados por un problema de autoestima, ya que al querer encajar en los estándares de belleza impuestos por la sociedad, podemos buscar aceptación a través de la apariencia física. Sin embargo, aunque es verdad que esta es parte de nuestra persona y es lo que ven los demás externamente, eso no nos define y nuestra valía no depende del exterior, sino de la riqueza interior que poseemos, de nuestras capacidades y de nuestro servicio a los demás. Un cuerpo saludable es una manera de querernos a nosotros mismos para desempeñar mejor nuestras labores, pero no debemos caer en los extremos de que la apariencia física sea lo más importante para nosotros, pues nuestro valor radica en nuestra persona completa.

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