A lo largo de nuestra vida enfrentamos diversas situaciones, retos cotidianos, eventos traumáticos, los cuales requerirán de nosotros no solo una decisión o una acción, sino una actitud, que puede ser positiva o negativa. Todo ser humano tiene la capacidad para adaptarse, para “volverse a levantar”, e inclusive, hemos sido testigos de que también se puede salir más fuerte de la situación vivida. Precisamente esa capacidad que se tiene de adaptarse a situaciones difíciles o adversas es lo que llamamos resiliencia. 

De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española resiliencia es la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos” [1]. Esta situación adversa también puede representar una oportunidad para adaptarse, superar y crecer en lo personal.

Todos, hombres y mujeres, tenemos la capacidad de desarrollar resiliencia. Pero se dice que las mujeres somos especialmente buenas para enfrentar las situaciones estresantes. ¿Qué es lo que nos lleva a no quedarnos derrumbadas y salir adelante? Históricamente las mujeres hemos tenido que luchar y trabajar para alcanzar las metas que nos proponemos. Tiempo atrás era muy difícil que una mujer destacara en el ámbito laboral, por citar un ejemplo, y aunque poco a poco la situación ha cambiado, las oportunidades en ese sentido no han sido iguales para el hombre y para la mujer. La capacidad de afrontar estas dificultades nos ha hecho más fuertes, es decir, más resilientes. 

En estos últimos dos años ha sido palpable el observar cómo la mujer se ha adaptado a los cambios radicales que ha traído la pandemia. Muchas mujeres hemos podido continuar nuestros trabajos vía remota, y gracias a la flexibilidad que muchas empresas han brindado, hemos podido atender las necesidades de todos en casa: desde el apoyo a los hijos que se encuentran en educación básica, proveer de los alimentos, mantener el orden. Lamentablemente muchas otras mujeres quedaron sin empleo, sin embargo, en medio de la crisis de salud y económica, hemos visto a muchas mujeres levantarse, apoyar en la economía de su hogar, o incluso sacar adelante ellas solas la carga económica de la familia. En fin. Es claro que no ha sido una situación fácil, sin embargo, hemos sido testigos de cómo muchas mujeres se han sabido adaptar y salir adelante ante la nueva situación. Han sido resilientes.

La facilidad con la que hoy en día podemos comprar algo o acceder a la información, la práctica del “úsese y tírese”, la tendencia que existe en la sociedad a querer soluciones rápidas a los problemas, la “ley del menor esfuerzo”, y no menos importante, la crisis de valores que hoy vivimos, nos llevan a todos, pero particularmente a las generaciones más jóvenes, a que nos sea cada vez más difícil tomar una actitud positiva, de fortaleza, ante una dificultad o crisis. Queremos “salir pronto” de la situación, y desperdiciamos la valiosa oportunidad de ejercitar la resiliencia a la hora de enfrentar acontecimientos difíciles. 

Algunas personas quizá pudieran ser más resilientes, pero hay que aclarar que la resiliencia no necesariamente es un rasgo de la personalidad. “La resiliencia implica comportamientos, pensamientos y acciones que cualquiera puede aprender y desarrollar. La capacidad de aprender resiliencia es una de las razones por las que la investigación ha demostrado que la resiliencia es ordinaria, no extraordinaria” [2]. Así como ejercitamos nuestro cuerpo o cierto músculo, y este puede desarrollarse y crecer de acuerdo con el tiempo e intención que pongamos, de igual forma, podemos ejercitar y aumentar la capacidad de resiliencia.

Veamos algunas estrategias que ayudan a aumentar la capacidad de resiliencia, según la Asociación Americana de Psicología [3]:

  1. Construir conexiones.
  • Dar prioridad a las relaciones. Las relaciones fuertes con personas empáticas y comprensivas ayudan a no olvidar que no se está solo ante la adversidad. Personas de confianza que validan tus sentimientos son apoyo para habilitar la resiliencia. Es importante estar abiertos para aceptar la ayuda y el apoyo de las personas que se preocupan por ti.
  • Unirse a un grupo. Participar activamente en un grupo cívico, comunidad religiosa u organizaciones locales, ayuda a recuperar la esperanza. Estos grupos pueden brindar apoyo, sentido de propósito o alegría cuando lo requieras.
  1. Fomentar el bienestar.
  • Cuidar del cuerpo. Cuidar de la salud física y mental mediante una nutrición adecuada, dormir suficiente, hacer ejercicio regularmente, actitud positiva. Lo anterior fortalecerá el cuerpo para que se pueda adaptar al estrés y reducir sus posibles efectos, como la ansiedad o la depresión.
  • Apartar tiempo para la reflexión. Llevar un diario, tener prácticas de oración o meditación, pueden ayudar a restaurar la esperanza y preparar a la persona para afrontar situaciones que requieren resiliencia.
  • Evitar las salidas negativas. Enmascarar el dolor con el uso de sustancias como el alcohol o drogas no será de ayuda, al contrario. Es importante enfocarse en recursos que ayuden a manejar el estrés en lugar de querer eliminar la sensación de estrés.
  1. Encuentra un propósito.
  • Ayudar a los demás. Mediante el voluntariado para ayudar alguna causa o bien, apoyando a un amigo en algún momento difícil. Esto traerá un sentido de propósito, de conectar con otros y de ayudar de forma tangible. 
  • Ser proactivo. Fomenta el autodescubrimiento para ayudarte en los momentos difíciles. Cuestiónate sobre qué puedes hacer con el problema que enfrentas.
  • Avanzar hacia los objetivos establecidos. Desarrolla objetivos realistas y da pasos para alcanzarlos; aunque sean logros pequeños, celébralos. 
  • Buscar oportunidades de autodescubrimiento. Después de una situación difícil, muchos descubren que han crecido en algún aspecto de su vida producto de la lucha enfrentada. Se dan cuenta que son más fuertes y esto aumenta su autoestima y su aprecio por la vida.
  1. Adopta pensamientos saludables.
  • Mantener la perspectiva. Adopta una postura del pensamiento más equilibrada y realista pues esto ayudará al enfrentar cualquier obstáculo.
  • Aceptar el cambio. Es necesario aceptar que el cambio es parte de la vida y que hay circunstancias que no podrán cambiarse. Esto ayudará a centrarse en aquellas situaciones que sí se pueden modificar.
  • Mantener una perspectiva esperanzadora. Naturalmente es difícil ser positivo cuando no suceden las cosas como lo deseamos, sin embargo, ser optimista permitirá esperar que sucedan cosas buenas.
  • Aprender del pasado. Recuerda qué aprendiste de las experiencias del pasado, qué o quién te ayudó a superar esos momentos difíciles. 
  1. Busca ayuda. Es crucial para desarrollar la resiliencia. Muchos podrán salir adelante con las estrategias mencionadas anteriormente, sin embargo, otros podrán tener mayor dificultad para poner en práctica la resiliencia. Considera buscar ayuda profesional con algún psicólogo si no te sientes capaz de continuar desempeñando tus actividades cotidianas como resultado de haber pasado por alguna experiencia traumática.

Tengamos en cuenta que somos seres sociables y que no estamos solos en el camino de la vida. Nuestros familiares y amigos cercanos están ahí para apoyar y alentar cuando sea necesario. Todos podemos dar y recibir ayuda pues la solidaridad es algo natural en el ser humano. 

En ocasiones pasaremos por algún problema laboral, la enfermedad o pérdida de un ser querido, o algunas otras situaciones particularmente difíciles, todas estas circunstancias pudieran llevarnos al límite. Recordemos que no estamos solos. Como mujeres, es frecuente que contemos con un círculo cercano de familiares (mamá, hermanas, tías, primas), amigas, vecinas, comadres. Acudamos a estas redes de apoyo. Es desgastante querer salir adelante solo, y en ocasiones, no es posible. Reconocer nuestra fragilidad y vulnerabilidad como seres humanos es el primer paso para iniciar el proceso de enfrentar una crisis. Démosle frente con positivismo, apostemos por salir fortalecidos de lo vivido, y pongamos en práctica la resiliencia.

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